Pasé todos los días de una semana entera sentada frente al mar. El mar azul y sus olitas. Y opté que mi resolución del nuevo año se resumía a una sola cosa y a todo lo que esta trajera para mi: tenía que aprender a pararme sobre una tabla. Tenía. A mis 25 años.
La decisión más inteligente, sin duda. Seguida de una aún mejor: alquilar una casa en la playa. Así , descubrí mi versión de wonderland.
Cerro Azul.
Una tablita.
Múltiples accidentes.
Cortes en ambos pies cada vez que entraba al agua.
La satisfacción de vencer el rídiculo y el temor.
Mi primera ola.
Y, ahora, un esguinse incubado en un yeso fucsia. (Valió la pena).
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